lunes, 23 de marzo de 2009

La pena llueve...



Y claro, nos rayamos. El día a día es difícil, agotador.
Se escapa de tu boca otro suspiro, y vuelta a levantar. La vida no es fácil ni bonita, abunda la lluvia, el gris y el humo. Son muchos los colores fríos, las paredes duras, los corazones amargos. Los nudillos ya duelen y la sangre en el muro no seca. Y claro, las lágrimas caen irremediablemente, es normal... y humano, pero no por eso menos doloroso, menos punzante.
Y sigues caminando, paso a paso, paso a paso, aunque el suelo queme, aunque el aire abrase y tus pulmones sangren. Paso a paso, del único modo posible. Y vuelves a caer, tropiezas y tu frente sangra, una vez más. No sonríes, ya no (escuece, claro, es normal.). Con las palmas en el suelo, te miras en el charco, ves tu cara adusta, dura, claro, es normal: ya son demasiadas las caídas, las fuerzas ya no te permiten sonreír, ya no. Las primeras veces sí, te sorprendía ver tu reflejo sin luz, sin brillo, pero ya no, hace tiempo que te has acostumbrado, claro, es normal. Los primero días sí, te lastimaba la rapidez, el sentir que el tiempo se pasaba, y que para ti no era distinto, que la arena caía, grano a grano, sin perdonar; pero ya no, claro...es normal.
El sonido de los coches, el rápido ir y venir de vidas frenéticas, el bocinazo, el grito, el sonido de la lluvia helada sobre el frío asfalto, tu respiración y el sonido amargo de tus pasos. El blanco de los pasos de cebra, el negro hormigón, el sonido de los charcos, la fría tapa de alcantarilla, el banco mojado, tu ojos secos. Todo te queda lejos, y claro, te rayas. La ciudad es dura, irrespirable, y tu pena no es para menos, y claro, es normal.
Aún recuerdas los saltos, risas y esperanzas, quedan muy lejos, demasiado, como lo estás tú: lejos, muy lejos de aquí. Hace frío, por fuera y por dentro, y claro, te rayas, es normal.

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