miércoles, 2 de septiembre de 2009
El desencanto del mundo (Anton FDR)
"El encendido rubor de la risueña heredera (del ascetismo religioso), la Ilustración; parece marchitarse de forma irreparable.
Max Weber
La jaula de hierro
Decía Max Weber que la victoria de la ciencia sobre la religión era la victoria de la razón sobre el mito, pero que, a la vez, la consecución del total "desencanto del mundo". Somos víctimas de la razón instrumental; esto es, la razón enfocada hacia el utilitarismo, que nos convierte, dicho de una forma gráfica, en instrumentos de nuestros instrumentos. Nos hemos vuelto Científic@s: Todo lo que para nosotros debe ser verdad debe ser demostrable para que lo sea. El mundo de los valores y las ideas ha quedado vaciado. El mundo desencantado que dice haber dado muerte (sic) al mito lo único que ha hecho es crear vacío... E intentar rellenarlo con mercancías superfluas y comodidades técnicas.
Esta forma de irrazón que guía nuestras sociedades, es a su vez, como bien entendió el sociólogo alemán, inseparable de su aplicación. Esta enfocada a diseñar cosas, y que esas cosas sean materializadas sin importar cuestiones éticas en su producción. De esta forma razón y tecnología están unidas. Esto es la Ciencia, esto es lo que su padre teórico, el mileniarista Francis Bacon, entendía por ella.
La razón instrumental, la tecnología y la ciencia nos han llevado a esta situación; a lo que Weber denominó como la Jaula de Hierro: somos prisioneros de la razón instrumental y lo que ella crea. Y como todo lo que hace debe ser empíricamente contrastado es incapaz de crear ideas ni volver a dar encanto al mundo que, matando los mitos, ha dejado desnudo. Nos encontramos apiñados en la Jaula del Desencanto y, además, como también se percató Weber, aplastados bajo el manto férreo de lo muerto que reina sobre la vida: el capital. ¿Es esto el fin de las ideologías?
¿El fin de las ideologías?
La racionalidad instrumental, ciertamente es incapaz de crear ideas o valores. La razón es, en teoría, contraria al mito y a la religión. Pero esto es sólo cierto en teoría. Como señala Umberto Eco, nuestra relación con los útiles tecnologícos es, a menudo, una "relación mágica". Para nosotr@s la televisión materializa imágenes en las pantallas de una forma milagrosa, es apretar un botón y crearse milagros por generación espontánea. Según Eco "La tecnología hace de todo para que se pierda de vista la cadena de las causas y los efectos." La realidad es que la razón instrumental nos ha sumido en un mundo aún más mágico y falso, pero sin el encanto de la Diosa Gaia, o del Gran Espíritu que reposa en todo y que es todo, espíritu de los vivos, los muertos y los no-natos, en las cosmovisiones de los indios de las planicies norteamericanas. La razón instrumental teje un universo flaso, crea los aparatos que den cuerda y engrasen su reloj, nos vuelve apéndices de las máquinas y nos escupe a un mundo donde se desvanecen los significados de la vida. Una situación que definiría Jerry Mander domo estar "en ausencia de lo sagrado" y al mismo tiempo Hechizad@s, fanatizad@s por el "encanto de la máquina"; como un ciervo de noche en mitad de la carretera, inmóvil, hechizado por la luz de los faros que corren hacia él para ponerle fin. Así estamos nosotros: los muertes de Hisroshima, Nagashaki, Dresden, Faluya o Chernovil darían buena fe de esto. La crisis ecológica, y las 44.000 esoecues extubtas al año, también.
Pero la causa contra la razón instrumental no queda aquí. La razón instrumental, digamos, es esa forma de pensar que guía al mosntruo de dos inseparables cabezas: la Ciencia y la Tecnología. Hemos visto que ella no ebjetiviza el mundo, sino que le dota de otras ideologías, otras falsas consciencieas, otras fantasmagóricas irracionales. Pero además, tenemos que tener en cuenta que la tecnología no es algo neutral: crea una nueva estructura social, nuecas relaciones humana, nuevas formas de percepción cognitiva, distintas posibilidades de relacionarse con la naturaleza: crea nuevas formas de vida y nuevas cosmovisiones de la propia vida. Estas nuevas formas , otra vez, no son elegida racionalmente. De hecho, ni siquiera son elegidos, ni debatidos. Se guían, otra vez, por le mito, porla religión de la tecnología. Desde la derrota de los últimos destructores de las máquinas (l@s ludditas y las revueltas del Capitán Swing), el socialista Marx y el capitalista Andrew Ure, apóstoles del nuevo credo, han triunfado en hacer desear un nuevo paraíso en la tierra: la Tecnoutopía, a la cal se llega mediante la implementación tecnológica, que sería lo definitorio del "progreso". Se trata del alucinado sueño religioso que compartían Erigena, Joaquín de Fiore, Roger Bacon, Fracis Bacon y las primeras escuelas científicas del s XVIII que inspiró Roger Boyle, el ferviente milenarista Isaac Newton, Augusto Compte, y tantos otros, que con brillantez documentada David Noble, en su libro "La religión de la tecnología", o lo que es lo mismo: "La promesa milenarista de devolver a la humanidad su perfección original de semejanza divina" a través de la Ciencia-Tecnología. Un sueño, de restauración adánica al paraíso, siguiendo a Noble, que se expresa en el siglo XX en el "Reich de los 1000 años" nazi, de igual forma que la eugenesia tan de moda de años 30, y en la actualidad de la biotecnología, nano tecnología y la robótica. Noble acierta al decir que la "fascinación actual por la tecnología(...) está enraizada en mitos religiosos y en un imaginario antiguo" y al ir más allá al señalar que "la tecnología y la fe modernas no son ni complementarias ni contrarias, ni tampoco representan estadios sucesivos del desarrollo humano; se encuentran y siempre se han encontrado fusionadas, siendo al mismo tiempo la empresa tecnológica un empeño esencialmente religioso." Si tuviésemos que dar la razón a Weber y decir que la razón es lo que irremediablemente acabará con el mito, el poder basado en el carisma, y con la religión deberíamos asegurar también entonces, que la razón es, precisamente, todo lo contrario a la ciencia y a la razón instrumental.
Llegados aquí cabría preguntarse por la naturaleza de la ciencia y la razón instrumental. Y es aquí donde le pedimos cuenta y exigimos que pague daños y perjuicios. Rotundamente: la ciencia es una ideología y un robo. Nada más y nada menos. Ilustraré mi explocación con un ejemplo. Jerry Mander en su obra "En ausencia de lo sagrado" nos narra un ilustrador suceso en la isla Ellesmere en el Canadá Antártico, expuesto por el antropólogo Milton Freeman en la asamblea de 1984 de ka Asociación Científica de la Región Occidental, en torno a la problemática de la caza del caribú y su depredación en esta isla por parte de los Inuits. El estado contrató a un grupo de biólogos para que hiciesen un plan de caza con el fin de evitar la posible depredación de la población de caribús en la isla. L@s biólog@s dijeron a los inuits que sólo debían cazar animales machos y grandes para asegurar la reproducción. Los inuits se opusieron frontalmente, iba en contra de sus tradiciones de caza, dijeron que así acabarían con los caribús. Pero, como señaló Freema "la fe explícita en la precisión del método científico es una parte esencial de la formulación profesional de los biólogos" (y del resto de científic@s). El resultado fue un fracaso estrepitoso. Mander pregunta con enfado "¿cómo explicarán los científicos que los indígenas hayan sobrevivido miles de años? ¿por instinto?" L@s inuits habían descubiertos que los caribús más viejos y grandes eran imprescindibles en un ambiente tan hostil para un herbívoro. L@s inuits habías, durante siglos, regulado su caza para asegurarse que no extinguirían la población de caribús. ¿Cómo lo habías conseguido? Mediante la experimentación durante generaciones, la observación, la deducción de ciertas hipótesis, llegando a sacar así una regla general sobre el comportamiento del caribú y las prácticas de caza que mejor se ajustaban mediante, todo ello, el uso del raciocinio.
Experimentación, observación y deducción de leyes generales usando la razón, ¿no es esto lo que define la ciencia? pues no. Los inuits, como l@s seminoles, l@s Ikung y tant@s otr@s no conocen la ciencia. la ciencia es una usurpadora, ha empaquetado con un nuevo encoltorio y justificado filosóficamente estos principios y los ha hecho suyos, los ha hecho algo sólo suyo. Los ha patentato... ¡La ciencia ha plagiado y mediante la patente ha robado parte de la sabiduría primitiva! Y digo parte, porque l@s IKung o l@s inuits entendían por sabiduría mucho más que eso. Lo que diferencia a la ciencia es precisamente la ideología que la creó: la apología de la razón instrumental, del pensamiento positivo como única forma de conocimiento, su idolatría por el desarrollo tecnológico, etc. La ciencia no es una forma de alcanzar conocimientos: es una ideología, y muy reaccionaria.
La clasificación de Lyotard del saber nos puede ser aquí de ayuda. Debemos distinguir claramente entre ciencia, conocimiento y saber. El conocimiento serán así los enunciados, la Ciencia el subconjunto de conocimientos, el saber la categoría por encima del conocimiento. El saber no puede reducirse a la ciencia, ni siquiera al conocimiento, engloba a ambos al igual que dentro de ella, y no en las otras, se encuentras partes como, por ejemplo, el saber-ser, el saber-oler, etc. Que no se aprehenden mediante método alguno ni son conocimientos adquiridos: se mueven en otra esfera, íntimamente subjetiva, muchas veces instintiva. El saber es el constitutivo de las verdades con minúscula, y debe ser entendidas social e históricamente. Es por tanto que el cientifismo y razón instrumental son reduccionismos atroces en tanto que pretensiones de único conocimiento verdadero. A pesar de lo que pretendía Francis Bacon, la unilateralidad del cientifismo es un ídolo más, una falsificación del conocimiento: una ideología más, entendiendo "ideología" en el sentido que le atribuía Max Weber de "falsa conciencia".
Siguiendo al sociólogo de la epistemología anarquista, Paul Feyerabend, la ciencia es, como decíamos, una ideología; una ideología dogmática, en cuanto que impone una sola forma de ver el mundo, y para no ser contestada se enviste -como el César con su capa- con un manto positivo irrefutable: el mito de la objetividad. Si forma de expresión, la razón instrumental, nos dice Theodhore Roszak, es la política de la tecnocracia, que es la más subliminal de las ideologías, pues nos habla a través de estadísticas, datos, "objetividad"... Es ciencia. Esto es evidente cuando los tecnócratas hablan de eco-nomía como si la actividad vital pudiese ser reducida a fórmulas matemáticas dentro de tablas prediseñadas, excluyendo todo lo individual y pasional como "externealidades" al marco teórico. Pero abarca todos los ámbitos, no sólo los laboratorios: el periodismo es objetivo porque narra (informa), no hace juicios de valor; las políticas también porque hablan de datos, estadísticas y no de ideales, etc. Aún así, todo el mundo sabe, o al menos sospecha, que detrás de la técnica periodística y de la técnica política se esconde y define un mensaje, una carga emotiva, subjetiva: que no hay sino una ideología.
Hace no mucho tuve la posibilidad de leer una utopía (una distopía, realmente) titulada Nosotros, de Yevgueni Zamiatin. En ella se narra un mundo futuro opresivo donde la alienación es llevada al absurdo. En él, la matemática, la tecnología y la razón instrumental ya no son por más tiempo religión implícita sino expresa, y su adoración lleva a la locura total de una sociedad panópticamente translúcida donde todo -hasta el sexo- es regulado metódicamente siguiendo los criterios de las escrituras sagradas: las matemáticas, y a través de ella: la contabilidad y la planificación incluso de las más íntimas de las acciones sociales. El personaje, un hereje que no encuentra sitio ni dentro ni fuera, es atormentado por los remordimientos de conciencia que le hacen pensar en una pregunta impía, imputa, que le dice que algo no es tal y como todos creen, que hay un fallo en el dogma: El hereje se pregunta, en un mundo donde todo debe ser tan matemáticamente racional, ¿cómo puede ser la raíz de -1 un número...irracional? En un mundo tan cínicamente racionalista como el de Zamiatin, o como el nuestro actual, lo irracional es negado dentro del discurso ideológico. Todo aquello que sea irracional -aún cuando sea igual de real y válido que lo racional para el conocimiento y la vida- debe ser denostado o negado. Lo irracional es vejado y la razón, siempre sibjetiva, se nos vende falazmente como vehículo a la siempre pretendida, pero jamás alcanzable Verdad (con mayúscula). La "Verdad" se muestra como una categoría completamente fuera de lugar: en el mundo de lo moral, lo social, lo sensual no vale. No tiene nada que hacer en esos reinos. La vida no entiende de objetividad e incuestionables verdades. La ciencia, no obstante, se ha pretendido emisaria de esta verdad: única vía de dialogar con el conocimiento. Y esto es una miseria intelectual. El tecnócrata Francis Fukuyama pude llenarse la boca hablando del "fin de las ideologías", pero tan estúpido es pensar que éstas algún día puedan acabar como el pensar que la tecno-ciencia y su razón instrumental no forma ya, en sí mismas, los pilares de una ideología. De una ideología realmente nefasta: la ideología de la Modernidad.
La modernidad como catástrofe
La tecnología nos debiera hacer "ricxs" (materialmente) pero el nivel de paro y de pobreza en términos absolutos jamás ha sido tan alto ni doloroso a lo largo de la Historia. Las desigualdades sociales avanzan a la par. El individuo, a pesar de la revolución del sujeto y de la soberanía ciudadana fruto de la Ilustración, jamás ha tenido tan poca relevancia a la hora de definir su comunidad, porque la sociedad ahora es una masa amorfa y desfragmentada por la hiper-división del trabajo; porque las estructuras del poder (empresarios, estados, etc.) jamás han sido tan enormes y el individuo tan empequeñecido y vuelto impotente frente a ellas; porque si antes el tirano debiese tener miedo a perder su cabeza ante sus excesos, pues esta no se alzaba a muchos palmos del suelo , ahora los tiranos simplemente no tienen cabeza, son mecanismos financieros, y los políticos, más que nunca, títeres fácilmente reemplazables por otros actores en el guiñol. La destrucción de la naturaleza nos obliga a hablar de nuestra época como una Era Holocáustica en cuanto al ratio de exterminación de especies por año, deforestación, polución, cambio climático, etc. La filosofía del crecimiento por y para el crecimiento, del desarrollismo, del sometimiento de esta mediante las máquinas, su destrucción, es una realidad que ya no nos atrevemos a enfrentar sin cinismo: una visión realista del problema nos obligaría a renegar de gran parte de nuestro consumismo -que es lo que nos da razones para vivir y mal vivir mediante el trabajo alienado- y porque nos obligaría a plantear las soluciones políticas realistas únicamente en claves de la revolución y eso nos asusta como pequeños burgueses que nos ha vuelto a todxs -explotadxs y explotadorxs, gobernadxs y gobernadorxs- este kamikaze proyecto burgués que es la Modernidad, capitalista e industrial.
la ideología del "Progreso" es pues una gran mentira. Quienes se definen como "progresistas" debieran sentir vergüenza. El Progreso se muestra como una máquina dentada, engrasada por el Prozac, de ininterrumpida guerra, masacre, genocidio, enfermedades y epidemias nuevas y cada vez más letales, destrucción de la naturaleza y vaciado de la espiritualidad de la vida en una enorme crisis material-psicológica.
La razón instrumental, legitimada por el mito del "progreso", es realmente la instrumentalización de la vida. Marx en el siglo XIX denunciaba la extrema alienación del sistema fabril que convertía a los individuos en "meros apéndices de la máquina". Erich Fromm, un siglo después, ampliaba esta conversión del individuo en engranaje mecánico, al conjunto de la maquinaria social, en el consumo y la producción, incluso en las relaciones personales, donde todos somos mercancías en compra y venta, que nos compramos y nos vendemos, luchando por adquirir los "gadgets" que más valor nos den (un buen coche, la ropa de temporada, etc.) y vendiendo, ya no sólo nuestra fuerza de trabajo en el mercado, sino también nuestra personalidad en el creciente sector terciario, el de los servicios. Nos vendemos como una "bonita caja de personalidad": en nuestro contrato implícita está la venta de nuestro cuerpo tanto como de nuestra personalidad expresada en sonrisas, opiniones , halagos, disposiciones...atención al cliente. Todxs somos putxs. Por mucho que digan los sindicatos, no ay dignidad en el trabajo. Nos vendemos como mercancías, da igual si por más o por menos, ni durante cuanto... El trabajo es indigno.
La razón instrumental no ha servido al propósito del cual se consideraba emisaria: el Progreso, si por "progreso" entendemos tanto "bienestar" como "estar bien". Las sociedades humanas son hoy, en palabras de Wallerstein, un sistema-mundo. La civilización capitalista es un todo integrado, un único sistema al que cada vez menos zonas geográficas y aspectos de la vida se le escapan. Es claro que el "progreso" no es discernible en los 2000 millones de personas desnutridas o los 800 millones que sufren hambre. Pero es que ni siquiera es discernible la bondad de este sistema ni en los países económicamente beneficiados de la explotación a escala internacional. El hecho de que el suicidio sea declarado "amenaza nacional" en los EE UU nos debiera hacer sospechar algo, así como la epidemia de estrés y ansiedad (sólo en 6 años, 1992-98, se triplicó en este país), la fatiga crónica, trastornos del sueño, obsesiones y compulsiones, depresión crónica (1 de cada 10 personas en este país), esquizofrenias (1 de cada 100 en este país) y paranoias. Síndromes de Estocolmo expresado en forma masiva de legitimación de la tiranía político económica, asesinos en serie ya desde los doce años de edad, etc., etc. Todo esto debiera hacer poner en tela de juicio el cientifismo y su promesa: la Tecnoutopía, pues ¿no será esa tecnoutopía, más que paraíso alguno, lo que profetizaba Freud para el cenit de la civilización (cenit de la represión), esto es, la neurosis generalizada?
El espejo de la alienación vital
El cientifismo, esto es, el no entender más que de técnica como criterio de verdad, es lo que ilumina la izquierda y derecha de la política: l@s idólatras del "Progreso". Izquierda y derecha son, como decía Braudillard en 1973, imágenes espejo del sistema de valores y producción del capital. El postmodernismo, no obstante, Braudillard incluido, es la grotesca imagen que proyecta el espejo cóncavo de la realidad social. Esta filosofía "crítica" en boga es clarividente reflejo de la vacuidad en que nos encontramos. El postmodernismo, cual reflejo de la sociedad, no cree en alternativas y se inventa y define lo que supuestamente ven hoy como el "fin de las ideologías" (la técnica suplanta a las grandes ideas), el "fin de la historia" (pues la velocidad y cantidad de informaciones y situaciones hacen imposible su captación), incluso el fin del sujeto histórico. El postmodernismo es incapaz no ya de dar alternativas a la crisis actual, más aún; no puede posicionare o no sabe, y recurre a un neurótico relativismo conceptual de todo en la abogacía de una supuesta sociedad postmoral, que nada tiene de superación del Bien y el Mal en los redentores términos que se podía expresar Nietzsche en cuanto vitalismo que reclama el poder ser uno mismo instintiva, pasional e irracionalmente destruyendo los valores de la moral envilecedora y degradante, sino en una confusión de pragmatismo con la moral, criticando la razón instrumental para acaba catendo más que nadie en la aprobación de la misma. No es de extrañar que el Kitsch (literalmente, mal gusto) sea defendido junto al pop art por algunos autores de esta corriente. Frederic Jameson nos presenta Las Vegas como modelo de ciudad y de significación espacial y social paradigmático de lo postmoderno (entendido como expresión cultural del tardocapitalismo). No vale el símil: ¿qué cara mejor que Las Vegas puede expresar al mismo tiempo el horror de la vacuidad y la falta de sentido de la vida, de angustia camuflada y dolor, envuelto en el deslumbrante neón, casinos, drogas y prostitutas de una ciudad artificial y desquiciada que, acertadamente nos proponen como representante de lo que entendemos por libertad, la diversión y arquitectura postmoderna?
El problema de la Civilización de Las Vehas, Frederic Jameson lo entreve lúcidamente tras la careta de neón: "en ninguna civilización anterior las grandes cuestiones metafísicas, las cuestiones fundamentales del ser y del sentido de la vida nunca habían parecido tan remotas y fuera de lugar". No puede estar más en lo cierto. Hoy lo que impera es el zapping. No tenemos grandes metas en la vida, no son tiempo de rapsodias y gestas épicas. Vagamos de una pequeña meta a otra -pequeñas en cuanto a mediocres, pequeñas en cuanto a insatisfactorias, pequeñas secreciones de sucedáneos de vida- cambiando fugazmente de dirección en una infructífera búsqueda de lo que siempre hemos querido, pero jamás encontramos. Alcanzamos un pequeño fin y al momento nos desencantamos. Ahorramos para comprar un producto y a la semana lo aborrecemos. Trabajamos para pagarnos unas vacaciones y de ellas volvemos aún más cansad@s y descontent@s... Las grandes metas vitales se posponen por siempre en una. Ni eterno retorno, ni eterno presente, ni Carpe Diem: nuestra vida es hoy una eterna renuncia; una continua retardación, relegación sin fin. Porque somos presas de lo que Fromm llamó el Miedo a la Libertad: porque cuanto no estamos siguiendo el raíl de la normalidad en cuanto a conducta u ocupaciones, cuando somos libres, la libertad nos abruma y nos asusta... Preferimos estar trabajando o consumiendo, lo que sea para ocupar el tiempo: no dejar que sea libre. Las grandes metas vitales -ya sean personales o sociales- se nos muestran demasiado difíciles de conseguir, envueltos en la vorágine de hechos y obligaciones de la vida moderna. La tecnologías y la ciencia han creado este mundo cada vez más vació. Nos han vuelto siervos del método y los mecanismo que debieran servirnos. Jamás nos podrán dar lo que más allá de la mera subsistencia es el estar vivo: felicidad, libertad, realización, amor.
El desencanto del mundo, su pérdida de misterio, ilusión, magia y romanticismo, la pérdida de "el sentido de la vida", la sensación de vacío en un cosmos vuelto números, en una vida escrita como decía Galileo por el lenguaje matemático, nos hace sentir -en medio de esta sociedad de engranajes, de consumo y producción- un gran vacío.
Algunos nos percatamos de ello. Todos, sin lugar a dudas, en muchos momentos de nuestra vida, y aunque no seamos capaces de darnos cuenta de él a un nivel racional, todos sí que lo sentimos aunque sea a un nivel visceral. Pero seguimos actuando como debiéramos actuar: como hemos creído que es ser una persona normal, haciendo cosas normales y, sobre todo, manteniéndonos ocupados; ocupados en lo que debe ser ser normal, supuestamente pragmático: producir para consumir y/o escapar de tener que enfrentarnos con el mayor de nuestros enemigos: nosotros mismos. El trabajo, las compras, la búsqueda constante sin llegar a nada, el encuentro de experiencias de relaciones personales... La amistad, el amor y el sexo se han vuelto productos, se han vuelto excusas para no enfrentar una realidad que por ningún lado se sustenta. Comprarnos animales muertos para comer -que ni siquiera nos atrevemos a matar nosotros mismos como cobardes que somos- de la misma forma que compramos sexo y practicamos la "compra de amistades".
Crisis de la civilización capitalista
El capitalismo es un gigante nebuloso. Aquiles es todo talón. Cimientos líquidos y pies de barro. Ni se sustenta social ni personalmente. La bestia es un gran espejismo. Su estabilidad -expresada como muerte o inexistencia de las alternativas- es simplemente una mentira. Pagamos hoy en nuestras carnes el precio de su fracaso y decadencia. ¿Cuánto tiempo más durará? No lo sabemos, pero puede ser que mucho menos de lo que pensamos. El petróleo se acabará en la década de los 30 ¿Llegarán alternativas a tiempo? Los expertos coinciden en que sufriremos un gran golpe, lo que no se sabe es cómo de grande. Mientras tanto, corren ríos de sangre en las zonas periféricas donde, para desgracia de ellos, aún queda algo de oro negro y en respuesta estallan bombas en las masificadas ciudades del imperio occidental. Los cuatro Jinetes de la Muerte: el Hambre, el Poder, la Guerra y la Enfermedad están desatados en un mundo categorizado por ser lo que Ulrich Beck denominó la "sociedad del riesgo": el Progreso, curiosamente, trae consigo las armas que nos pueden destruir. Ya no es que nos hallamos vuelto instrumentos de nuestros instrumentos y completamente dependientes de ellos, sino que los instrumentos que nos han instrumentalizado son además los verdugos encargados de nuestra aniquilación.
Podríamos seguir haciendo una descripción de las calamidades e intentar predecir cuáles llegarán: el Siglo de la Eugenesia (el racismo eugenésico descrito por Jeremy Rifkin como consecuencia de la cultura biotecnológica), los peligros de la biotecnología para la estabilidad, la biodiversidad, en cuanto a las plagas y mutaciones transgénicas, las armas genéticas...
La nanotecnología corriendo en breve por nuestras arterias, la mencionada crisis energética, el problema de la concentración de poder en manos de tecnócratas, megalómanos, fuera de todo control popular, la cada vez mayor artificialización de la vida, el aumento del descontento y la miseria material, el problema poblacional de concentración en megaciudades de más de 30 millones de habitantes y de población humana, que según la ONU, será de 8 mil millones en el 2020, el necesario incremento bestial de la energía nuclear a medida que se vaya encareciendo de forma alarmante (desde el 2006, posiblemente) el petróleo, la industrialización de China y el Tercer Mundo que significaría el fin de la biosfera sumamente habitable... Las cosas, ciertamente no van bien. Se nos tachará de apocalípticos y de cada cierto tiempo se escuchan cosas parecidas. Es cierto, muchas voces alarmistas se han ido escuchando, muchas veces equivocadamente, pero alarmante ha sido las tantas veces que han acertado o se han quedado cortas y nos han llevado a una situación como la actual, donde, pase lo que pase, en estos problemas fundamentales, ridiculizando las ideas de la liberación mediante la tecnología y el mito del Progreso, cada vez se hacen más graves.
Que cada uno piense lo que quiera sobre cómo se va a desarrollar esta crisis. Lo que debemos tener claro es que el destino no está fijado de antemano, y no debiéramos hacernos cejar por el tamaño del gigante Capitalismo, puede que sea un gigante con unos pies de barro más frágiles de lo que jamás hayamos pensado. Toymbee describía en la Historia un total de 26 civilizaciones, prácticamente todas ellas desaparecieron, conquistadas, exterminadas o colapsadas por sus propias miserias. ¿Qué nos debe hacer creer que esta civilización capitalista global va a ser diferente? Richard Leackey nos habla de las grandes 5 extinciones de la historia del Planeta, la historia es abrupta, discontínua y azarosa, no contínua como pensaban los darwinistas. Una sexta gran extinción no es algo que debamos dejar de lado como hipótesis de esta encrucijada a la cual nos ha llevado la modernidad. Leacky nos dice que el ser humano se ha librado por casualidad azarosa más que por otra cosa de una de ellas, ¿será este el caso? Esperemos que no.
Sea como sea, repetimos: no somos apocalípticos. Tan solo pensamos que la situación de crisis actual nos muestra de forma clarividente dos cosas que debemos de tener muy presentes:
1) El teatro mediático-democrático del que se sirve el capitalismo es una quimera insostenible: los valores productivistas, tecnologizantes, la ideología del "progreso" malentendido como mercancías y desarrollo e los medios de producción, debe ser destruido. El eslogan ya no puede ser "sed realistas, pedid lo imposible", eso sería lo mismo que decir "sed realistas, pedid continuismo". La única forma de ser realista es la que aparentemente está más apartada del realismo entendido como realpolitic: lo realista es precisamente construir tejidos ideológicos y sociales para suplantar lo que hay.
2) La segunda conclusión es la que es constatable y no un futurible: que la razón instrumental es auto destrucción, que el "Progreso" e mentira, que las máquinas no nos hacen libres, que la democracia es un camelo... que en este mundo sólo se puede ser radical o "radical": que uno es radical cuando defiende subsanar la problemática no poniendo parches sino yendo a las raíces (ese es, etimológicamente, el significado del vocablo) o se puede ser "radical (un exacerbado, un fundamentalista y dogmático) cuando se acepta el "Pensamiento Único", el de la normalidad, de derechas o de izquierdas, que cínicamente apoya esta sangría genocida y biocida, que con un títere u otro perpetúan con acciones radicales, inmorales, reprochables y políticamente mezquinas como puede ser ya en sí mismo el hecho de votar a un partido u otro, es decir, legitimar esta barbarie con tu papeleta, por poner un ejemplo.
Es por esto, por que es mejor y porque es necesario, por lo que reivindicamos es la más grandes de las revoluciones que la historia haya conocido: reivindicamos la revolución de la sublevación de la pasión y los instintos y la unidad entre la ilusión (en cuanto ilusionante, apasionante, encantado) y la razón (en cuando que reflexivo, no dogmático, ni mágico ni religioso). Wallerstein concluye que los revolucionarios de la revolución global del 1968 veían "una ecuación entre el reformismo, los valores de la Ilustración y la fe en las estructuras estatales como instrumentos políticos de cambio" y que lo que hicieron fue, precisamente, oponerse a las tres. Wallerstein cree que esta negación es una constante, de igual modo, en las revueltas que tiraron abajo el bloque soviético. Wallerstein le da 50 años más de vida al sistema-mundo de la civilización capitalista. Para él estas dos revoluciones son ejemplos de lo que llama "bifurcación". Las bifurcaciones del sistema acaban desencadenando nuevas bifurcaciones, fruto de las contradicciones dentro de él que, al final, terminan haciendo visibles nuevas alternativas y acaban derrocando el viejo orden. Theodore Kaczynski sostiene que existe una contradicción en el sistema insalvable entre la nueva ética de hedonismo y búsqueda de la libertad individual y el ascetismo y mecanización que supone el industrialismo capitalista. EL resultado de esta enorme crisis que afrontamos es impredecible y no está sujeto a ningún sino. No hay más destino que el que nosotros mismos hacemos. Sin no estamos a la altura de enfrentarnos a la más salvaje libertad y a la sensitividad que pueden llegar a tener nuestras vidas, si cedemos a la autoimpotencia y al sentimiento de inferioridad, seremos derrotados. EN este contexto histórico y social estamos en lucha. Contra el conformismo nuestra lucha por la Revolución del Deseo. Por así decirlo: queremos bailar y podéis jurar que antes o después bailaremos sobre las ruinas de los relojes y despertadores, jugando camuflados entre el musgo de las fábricas desmoronadas. en la belleza danzante del pacífico Caos, libres de la tiranía mecánica, matemática, jerárquica, numérica del Orden, mientras arde en el aire el dinero, follando, riendo, sintiendo, pensando, compartiendo, sufriendo, jugando sin intermediarios ni espejos esperpénticos que nos reflejen una realidad prefabricada y distorsionada: esto es sin más pero sin conformarse con menos: VIVIENDO.
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Me congratula que alguien se desmarque de este positivismo tiránico. :)
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