viernes, 2 de octubre de 2009
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muerte al coche.
El fin de la era del "petróleo barato" es una realidad que según nos dicen se hará palpable en 2 o 3 años… El petróleo podría acabarse en menos de 30 años y el uranio en menos de 70. El fin de la era del "petróleo barato" se traducirá en diferentes oleadas de crisis energética global. Las autoridades pretenden tranquilizar las conciencias diciendo haber encontrado una energía alternativa: la fusión o fisión de hidrógeno. Pero, en el caso de que realmente sea viable y más aún, que su desarrollo suficiente para la suplantación llegue a tiempo- esto significará en la Península Ibérica la necesidad de crear decenas, sino cientos, de centrales nucleares para dicha energía, además de la emisión de cantidades ingentes de vapor que contribuirían a la debacle ecológica que antes o después se traducirá en colapso global. Por otro lado, la energía nuclear que haría falta para mantener a la Civilización Industrial del Hidrógeno, se basa a sí mismo en recursos minerales finitos… Y el uranio se acaba.
De todas maneras no es el catastrofismo lo que nos lleva a posicionarnos contra los coches. EL primer lugar no lo es, porque no tenemos ni idea de cual es el futuro que nos espera. Durante largo tiempo se han escuchado proclamas catastrofistas; muchas acertaron, pero otras muchas no. Por otra parte, aún sin petróleo se podría mantener el sistema del automóvil –si bien ciertamente deteriorado. Durante la II Guerra Mundial la gente se las ingenió como pudo para mantener los coches circulando por las ciudades, claro que de forma muy deficiente, usando mezclas con petróleo y para un volumen mucho menor de coches. No obstante, sea nuestro futuro inmediato más o menos alarmante –pues alarmante sí que es- lo que tenemos claro es que tenemos que dejar los coches ya, empezando por dejar de usarlos dentro de las ciudades. Y no sólo por sus desastrosos efectos ecológicos (son los culpables en un 75% del calentamiento global, deforestación para carreteras, agujeros de ozono, del 60% de la contaminación en las ciudades, etc,) sino también por sus efectos sociales para la libertad, la felicidad y la comunalidad humana.
No se trata de una posición austera. No se trata de que no nos queda otra, lamentarnos de que desgraciad@s somos y apretarnos los cinturos… ¡¡DESEAMOS VIVIR SIN COCHES!!
El automóvil –al igual que el resto de la tecnología- no es algo neutral. El coche en sí lleva implícito un modelo de sociedad, un modelo de disposición población, un modelo de urbanismo, una forma individualista de transporte, una determinada relación del ser humano con la velocidad y el ritmo, etc. El coche privatiza el espacio público: se lo roba a las personas. El coche convierte las poblaciones donde vivimos en algo muerto enterrado bajo asfalto, lleno de smog Los coches hacen de las comunidades, zonas masificadas, donde la libertad es coartada en todos los sentidos. El coche militariza la calle con su disciplina y la uniformidad del tráfico. Las poblaciones se hacen a la medida de las máquinas y sus velocidades estresantes, y no a la de las personas. El coche es un mecanismo de control: despeja la calle. Es un mecanismo contra la convivencia y el juego: convierte en la calle en mero tránsito matando las posibilidades en ella de ocio, encuentro, fiesta, organización esporádica de eventos, juegos… siembra asfalto donde podía haber árboles frutales y vida comunitaria. El coche, además, crea las distancias: aleja las cosas y las personas mediante el urbanismo. El coche crea la disposición de la sociedad en el espacio, se hace así mismo imprescindible, por ejemplo, al poner tu lugar de trabajo a una hora en coche de donde vives… El derecho un "derecho a tener coche" niega el derecho a no tenerlo y niega a la naturaleza su derecho mismo a existir.
La reivindicación de la erradicación del coche es uno de los múltiples requisitos para reconectar con la naturaleza y vivir en libertad. Para esto es necesario acabar con la sociedad masificada que convierte a las personas en números y acabar el dominación capitalista y tecnocrática.
Pero es también una cuestión de solidaridad. Ahora mismo somos 6,5 mil millones de personas sobre la Tierra (hace 30 años éramos la mitad. Dentro de 15 seremos 8.000). No puede haber coches para tod@s, esto sería, simplemente, ecológicamente imposible. "Democratizar" el coche y desarrollar la industrialización a la europea en China y la India es un suicidio evidente. Pero no podemos prohibirles hacer lo que nosotr@s hacemos… Es hora de pensar con un poco de seriedad, sin cinismos ni mirar a otro lado. Debemos acabar con el coche. No hay otra solución.
El coche es además un símbolo clarividente de la estupidez moderna. Es símbolo de libertad en el atasco, de independencia atado a hipotecas, de poderío cuando es la máquina quien hace todo por uno. Todo menos una cosa: comer. La situación actual es un absurdo: para dar de comer a nuestros coches matamos a miles de personas en guerras genocidas en Afganistán, Iraq, Venezuela… y más que vendrán, para adueñarnos de las migajas que quedan de "oro negro". Nuestros coches son en Prestige. De seguir así será una realidad eso de "¡criad coches, comeréis fuel!". Pero, es cierto, la culpa no es sólo de los coches. Acabar con los coches en las ciudades está claro que no es solución a nada: no es suficiente.
Donde hay carreteras queremos ríos y permacultura. Donde hay parking queremos bosques. Donde hay autoritarismo, asamblea. Donde hay propiedad privativa, comunalidad. Donde hay capital apoyo mutuo. Donde hay técnica, imaginación. Donde hay coches, convivencia. Ni "democracias" ni dictaduras ¡Queremos Anarquía Verde! Una sociedad que dance sobre las ruinas de los relojes y despertadores, un modo de vida que acabe con la moral cristiano-burguesa, para vivir sensualmente el presente. Como decían ya en el 1968: "¡Bajo el asfalto está la playa!" ¡Recuperemos las calles, levantemos adoquines para que entre las grietas de este sistema caduco rebrote nuestra más salvaje libertad!
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